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Se llama Kintsugi 金継ぎ

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    nesranya
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    Cuando los japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las grietas con oro. Creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.


    El arte tradicional japonés de la antigua reparación de la cerámica rota con polvo de oro se llama Kintsugi 金継ぎ
    Es una técnica muy valorada que convierte objetos dañados en verdaderas obras de arte. Llegó a tener tanta popularidad en el S. XVI, que se dice que algún coleccionista rompía incluso intencionadamente su cerámica para aspirar a poseer un Kintsugi.

    El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original y en lugar de tratar de ocultar los defectos y las grietas se acentúan y celebran ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza y, porqué no decirlo, en la más original y característica, siendo además totalmente personal y única. El objeto es ahora más bello por haber estado roto. Las piezas que podían haber acabado en la basura renacen aún con más belleza. Antiguas vasijas pegadas son aún más valoradas que las que nunca se han roto.

    Y ¿porqué no ocurre lo mismo con las personas? Es muy importante reparar y entender que los sentimientos, los corazones y las almas dañadas se pueden reparar con hilos dorados de amor y volverse así más fuertes todavía.

    La verdad es que yo siempre he sido de los que pensaban que un corazón roto se podía pegar pero nunca volvería a ser lo mismo porque siempre se verían los trozos pegados y además reconozco que lo decía desde un punto de vista totalmente negativo. Nunca se me había pasado por la cabeza otro punto de vista a no ser por el descubrimiento de esta técnica.

    Me viene a la cabeza una frase que leí no hace mucho en alguna red social: “He aprendido tanto de mis errores que estoy pensando hacer algunos más.” Creo que le viene muy bien a esta reflexión de hoy y me entran ganas de ponerla en práctica viendo qué bonitas quedan las porcelanas rotas con esta técnica japonesa.

    Transmutar las heridas en la principal característica a destacar del objeto y que precisamente eso sea lo que le hace a uno, entre otras muchas cosas, único, es algo que no hubiera pensado nunca. Y esto además nos da un toque de autenticidad y de personalidad a cada uno que no solemos valorar en absoluto.

    ¿Alguien ha valorado en algún momento este punto de vista que yo descubro ahora mismo?
    ¿Alguien se ha parado a pensar en lo que va creciendo con lo vivido?
    ¿Alguien es consciente de todo lo que ha aprendido en cada esfuerzo?
    ¿Alguien se ha dado cuenta de que es único e irrepetible?
    Si es que sí, ¿qué haces con ello?
    Si es que no, plantéatelo entonces.

    Es como el concepto de fracasado. Me hace mucha gracia cómo lo definen algunas personas. Normalmente se usa para definir a aquel que no logra algo que deseaba o por lo que ha luchado, cuando en realidad el fracasado debe ser el que no ha intentado hacer nada para lograrlo ¿no?

    Muchos paradigmas deberían cambiar con esta crisis de valores actual.

    Avergonzarse de las heridas es no reconocer que se ha luchado y no ver que la pena, el dolor, la culpa, la vergüenza, la angustia y la pérdida, son la cruz de una moneda que también enseñó su cara: alegría, felicidad, entrega, orgullo, entusiasmo, compañía. Los surcos que deja la rotura deben ser valorados pues la vida es tanto la entereza y la integridad como la rotura y el desánimo. Darle más protagonismo a la parte negativa es regocijarse en algo que no nos aporta más que dolor y misticismo y la sensación irreal de infravalorar y despreciar aquello que obtuvimos de positivo y que parece ser que ya no recordamos. Tanto la alegría como la tristeza te enseñan que estamos vivos.

    Es curioso como muchas de las cosas que consideramos bellas o que son valiosas y apreciadas en nuestra sociedad occidental son frágiles y vulnerables: una flor, un cristal, una porcelana, una obra de arte, un bebé. Pero nosotros nos empeñamos en ser los más fuertes, protegiéndonos y acorazándonos bajo máscaras y egos duros de roer. Muchas veces incluso buscamos y exigimos de los demás aquello que nosotros mismos ya hace tiempo que no ofrecemos.

    Cada historia, cada cicatriz es experiencia. Es vida.

    “Un barco está a salvo en el puerto, pero esa no es su finalidad”
    Paulo Coelho

    Valora la experiencia como algo maravilloso y enriquecedor. Cambia de manera no-catastrófica pues el cambio es renovación. Es aventura. Y acepta positivamente todo aquello que es y que por mucho que nos empeñemos no podemos cambiar.

    Después de lo vivido, ese corazón original, ya no existe. En su lugar, hay una nueva pieza que recuerda mucho a la anterior y que está hecha en un 95% de la misma materia. Puedes decidir ser uno más o llegar a ser uno mismo. De ti depende qué haces con lo vivido. Si de verdad reconoces lo que has aprendido y valoras tu riqueza y hábitat interior único te darás cuenta de que la verdadera diferencia, la verdadera felicidad está en reconocer y aceptar que esta nueva pieza, que ese nuevo corazón es, también, una obra de arte.

    “Morir no es nada, lo terrible es no vivir”
    Víctor Hugo

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